miércoles, enero 14, 2015

14 de enero

La verdad es que nosotros no somos Charlie. Seguramente el diario Charlie Hebdo, nunca nos hubiera contratado, porque obvio, somos sin papeles, llegamos a Francia con visa de turista, al menos los latinoamericanos. No somos Charlie porque el Estado francés estaría encantado de expulsarnos, tanto de izquierda, como de dercha, o de centro. No somos Charlie porque en el país de las libertades, nosotros no gozamos de ningún derecho. No merecemos trabajo, ni seguridad social, ni podemos reclamar nada sobre la violación de nuestros derechos. Somos ciudadanos de la última categoría ¿Somos ciudadanos para el gobierno francés? No lo somos. 

Nosotros no somos Charlie, somos Ayotzinapa, hecho por el que ningún gobierno ni jefe de Estado -salvo Uruguay y Bolivia- se han pronunciado ni condenado. Es decir, somos a los que está permitido desaparecer y asesinar y el mundo y sus instituciones nunca dirán nada. 

Nosotros no somos Charlie y es lo que hay. Eso es la realidad. 


lunes, enero 12, 2015

12 de enero

Desayuno quesadillas, chorizo, nopales, café. Los diarios muestran a primeros ministros y otros altos burócratas, marchando en París. ¿He despertado en un mundo mejor?

Hay una cosa que la palabra no va a cambiar y es el transcurso del tiempo. En cien años, posiblemente nadie va a recordar al diario Charlie Hebdo, ni a los estudiantes de Ayotzinapa. ¿Quién recuerda a Guillén de Lampart o a Gaspar Yanga? El poder es así: Se apropia de la dignidad del pueblo para arrastrarla por las calles y luego, desaparecerla. Y de desapariciones, sabemos mucho en México.

¿Se imaginan por un momento a Enrique Peña y Miguel Mancera, perorando consignas y empuñanado pancartas que dijeran?: ¡Abajo el poder! No. Niet. Ni madres. Nunca va a pasar que el poder luche contra el poder por el bien de los ciudadanos. Nunca sucederá que el Estado se reconozca como uno de los causantes de la violencia y las injusticias y renuncie. Por eso ver a esos primeros ministros recorriendo las calles parisienses, genera desconfianza. Es como si la peste recorriera la vida, propalando la muerte.   

Nos faltan 43. Nos falta futuro. Nos falta un mundo más justo. Nos falta voltear hacia el otro y tender la mano.

Y a mí mientras desayuno, me falta un motivo para salir a la calle. Me quedaré en casa todo el día. No quiero encontrarme con una manifestación de policías que exijan ser tratados con respeto. 

jueves, enero 08, 2015

8 de enero

Era tan claro. Los reportes que se recibían de Iguala el 26 de septiembre indicaban que ejército, federales, policía municipal y delincuencia, estaban operando actos de represión contra la población civil, en particular contra los estudiantes de Ayotzinapa. También era claro que se ignoraba el motivo. Como el asesinato de Tony Durán, en Blanco Nocturno, nadie alcanza a comprender el motivo. Renzi anda por ahí, de arriba a abajo, tratando de desentrañar el misterio, de identificar al culpable -como en Ayotzinapa, hay chivos expiatorios apresados desde el primer momento-. Sin embargo la prensa, en el caso de los normalistas, renueva la información, o la recicla, con datos que se conocieron los primeros cinco días a partir del 26, es decir, al finalizar septiembre. La información, según la prensa, es nueva -lo harán para vender más rotativos-. La prensa defiende su derecho a la libertad de expresión y su derecho a vender, a construir una telenovela. Como el diario para el que trabaja Emilio Renzi, que le piden, no suelte toda la verdad de un solo golpe, sino que la vaya administrando para generar expectación en el lector.

Era tan claro que había sido el Estado, que lo había operado el ejército. Pero aún desconocemos el motivo. El motivo, como en Blanco nocturno,  puede ser la disputa de dos bandos en el poder y la lección que uno de esos bandos quiere darle al enemigo: la demostración de su fuerza. Nosotros, la población, quedamos en medio por mala suerte, porque sobramos.    

miércoles, enero 07, 2015

7 de enero

Unos hombres entran y disparan contra otros hombres. Las razones pueden ser varias, pero al final no importan las razones ni las justificaciones. «Unos hombres entran y disparan contra otros hombres». El anterior enunciado es aterrador y real. De hecho ocurre en todas las películas de acción que «Unos hombres entren y disparen contra otros hombres», y la escena es celebrada. De hecho estoy seguro que eso ocurre en Plata quemada, cuando los ladrones están cambiando la matrícula del auto y llegan los dos policías uruguayos -un policía es negro-, les disparan, matan a uno, al que no es negro. Arrancan, y todo porque una vecina habló a la comisaría para delatarlos; aunque en realidad no los delató, solo se le hacía sospechosa la situación, pero sí esperaba que ello significara algo. Aun así la situación peca de horror: «Unos hombres entran y disparan contra otros hombres». No importa el color, la religión o la filiación política. Un día un extraño, o incluso un conocido, podría entrar a nuestra casa y dispararnos. ¿Con qué dispararon? Con armas que fueron fabricadas para mantener la paz, según las empresas y los gobiernos que exportan armas, como Francia, por ejemplo. Que, huelga decir, también exporta odio al otro, al diferente. Que, huelga más decirlo, participa en guerras. Ahora hasta creo que es normal que «Unos hombres entren y disparen contra otros hombres». Tan perfectamente normal como que el suelo de México esté sembrado de desaparecidos. Hubiera sido más justo que los lápices de los asesinados dispararan balas en lugar de dibujos, hubieran tenido al menos una oportunidad.    

martes, enero 06, 2015

6 de enero

Nuestro país está hecho una mierda.

¿Cuántas lenguas habrán desaparecido cuando finalice este siglo? Y entonces cuántas formas de pensar y cuántos hablantes. Todos los días asisto a los encabezados de los diarios para reconocer el número de muertos/asesinados/desaparecidos. Todos esos días que camino hasta la entrada del metro, cruzo antes una avenida, y espero el siga para poder cruzar en una suerte de volado a cara o cruz, siempre a la espera de que ningún automotor desoiga la orden de detenerse y me arroje contra el asfalto.

viernes, enero 02, 2015

2 de enero

Han transcurrido un par de horas y todavía no decido retractarme, no sé qué signifique eso -no he cerrado este blog-. Hoy es 2 de enero, el presidente visita por primera vez Oaxaca. Oaxaca es casi un país en solitario. Hace unos años el estado vivió prácticamente autogobernándose y autogestionándose. Era la Comuna de Oaxaca. Las imágenes del día de hoy, alertan sobre manifestaciones y antimotines. El presidente es el tipo más impopular en territorio mexicano. Yo podría ser presidente, no soy popular en mi oficio.

Hace un par de meses visité el departamento de una editora, que me enteré ahí mismo acababa de escribir y publicar un libro. Yo ignoraba en casa de quién me encontraba, es decir, desconocía el prestigio de la anfitriona. Ella, la llamaré Esmeralda, me preguntó qué escribía. Pude haber inventado cualquier cosa, el anonimato me daba margen para confesar alguna barrabasada, incluso corregirla y decirle que yo me dedicaba a otra cosa, pero no. Dije: soy negro.

El rostro de Esmeralda se tornó azul o blanco, la luz baja transformaba los colores en otras tonalidades. Entonces comprendí el engaño. Esmeralda no había escrito su libro, sino que lo había encargado a uno de mis colegas. El resto de la tarde y noche, evitó dirigirse a mí.

Cuando llegué a casa, gugleé su nombre: Un premio y excelentes críticas. Ni siquiera fue difícil hallar a Dayro, cuatro años atrás habíamos escrito un libro. Dayro me dijo que se había quedado con el 80% del premio; Esmeralda seguía metiéndose coca y emborrachándose en su departamento de la Escandinavia. Quedé de visitar a Dayro en la semana, pero creo que lo olvidé. Y no es sino hasta ahora que Esmeralda ha anunciado su próximo libro que lo recuerdo.

Presentación

Soy un redactor, o el alter ego de un redactor. Mi nombre es Cosmo Vega. Mi trabajo es escribir, escribir lo que es posible escribir. He redactado recetas de cocina, instrucciones para ensamblar un escritorio, discursos de políticos de poca monta; proyectos sobre puentes y perforaciones petroleras; he escrito tesis de licenciatura, maestría y doctorado; he escrito libros, demandas, cartas de amor; he reseñado películas que nunca he visto y libros que no voy a leer. He escrito libros que han ganado premios, nunca con mi nombre sino bajo encargo; en ese sentido, soy un ghost writer, una sombra, un escritor negro. No sé que voy a hacer con este blog todavía. Y a lo mejor lo cierro -anuncio mi retiro incluso antes de haber debutado-.

Soy Cosmo Vega y escribo.