Desayuno quesadillas, chorizo, nopales, café. Los diarios muestran a primeros ministros y otros altos burócratas, marchando en París. ¿He despertado en un mundo mejor?
Hay una cosa que la palabra no va a cambiar y es el transcurso del tiempo. En cien años, posiblemente nadie va a recordar al diario Charlie Hebdo, ni a los estudiantes de Ayotzinapa. ¿Quién recuerda a Guillén de Lampart o a Gaspar Yanga? El poder es así: Se apropia de la dignidad del pueblo para arrastrarla por las calles y luego, desaparecerla. Y de desapariciones, sabemos mucho en México.
¿Se imaginan por un momento a Enrique Peña y Miguel Mancera, perorando consignas y empuñanado pancartas que dijeran?: ¡Abajo el poder! No. Niet. Ni madres. Nunca va a pasar que el poder luche contra el poder por el bien de los ciudadanos. Nunca sucederá que el Estado se reconozca como uno de los causantes de la violencia y las injusticias y renuncie. Por eso ver a esos primeros ministros recorriendo las calles parisienses, genera desconfianza. Es como si la peste recorriera la vida, propalando la muerte.
Nos faltan 43. Nos falta futuro. Nos falta un mundo más justo. Nos falta voltear hacia el otro y tender la mano.
Y a mí mientras desayuno, me falta un motivo para salir a la calle. Me quedaré en casa todo el día. No quiero encontrarme con una manifestación de policías que exijan ser tratados con respeto.
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